miércoles, 9 de junio de 2010

Las razas raíces (parte 3)

La cuarta raza raíz o Atlante, también llamada Pasional hace su aparición en la Era Terciaria, integrada –según la ciencia- por los períodos Eoceno, Mioceno y Plioceno. Nos dice Blavatski que “la tercera raza casi ha desaparecido por completo, barrida por los espantosos cataclismos geológicos de la Era Secundaria, dejando sólo tras de sí algunas razas híbridas”.

Esta raza va a mejorar enormemente el plano mental de los seres. Aparece la voluntad y el ansia de libertad. Sus integrantes eran muy altos, algunos llegaban incluso a los ocho metros (se van a llamar Gigantes).

Sabemos que habitaron el famoso “continente perdido” (que algunos autores llamarán Kusha) y en esta civilización algunos de sus integrantes todavía tenían en funcio-nes el Tercer Ojo –aunque los dos ojos físicos ya se han desarrollado- porque el mundo astral no se había cerrado totalmente.

Así como el nivel mental de los atlantes se desarrolló ampliamente, la influencia de espíritus de bajo nivel vibratorio, venidos también de otros rincones del espacio mientras aún estaba presente en el globo la raza raíz anterior, propició la envidia, la mezquindad, el egoísmo y la aparición de varios vicios que fueron, poco a poco, consumiendo al hombre. El autoritarismo de estos seres se extendería no sólo al plano físico, sino también al espiritual. Es así que en la inmensidad de la noche, el hombre terrícola va a realizar por vez primera su primer ritual de magia negra para atacar o subyugar a uno de sus semejantes.

Esta es la gran mancha en la historia de la humanidad. Algo que no fue un hecho aislado. Muy por el contrario, el resultado de aquel acto mágico negativo debió ser el esperado por esos seres de baja conciencia porque continuaron siendo practicados, cada vez con mayor asiduidad, hasta generarse verdaderas guerras negras en las que el odio y la muerte acabaron con aquel pasado glorioso y muy sagrado establecido en el AUMBHANDAN.

Las reacciones naturales no se harían esperar. Entonces se producen grandes catástrofes: una manera de reaccionar que tendría el propio planeta para “expulsar” de su vientre a estos marginales del espacio, los que habían generado tamaña desarmonía.

Y el planeta logró su objetivo, pero sólo en parte. Lamentablemente, la acción de los Magos Negros fue muy grande y precisa. Habían logrado incluso manipular principios naturales básicos. Encontraron varios devas y guardianes terrenales como aliados, los que debido a su energía, sobrevivieron a los cataclismos, y aún mantienen parte de esa pesada carga astral y mental en sus genes. Es por eso que todavía perseveran severas molestias espirituales en nuestra humanidad.

Con este clima espiritual, la Tierra ve desaparecer la cuarta raza raíz, la que no pudo mantenerse por encima de los deseos inferiores y sucumbió ante el peso de sus propios vicios y costumbres. Fue un tiempo donde el egoísmo logró reinar e imponer sus cánones. Aunque, por fortuna, los Magos Blancos de los que hablamos muy someramente, y que habían surgido al final de la raza lemuriana, habían ocultado el Conocimiento Uno en los templos. Conocimiento que sobrevivió herméticamente escondido durante todo este tiempo, siendo sólo accedido a él por contadas personas, los guardianes de las tradiciones doradas. Los que continuaban bregando por la unión de los hombres y por la síntesis unificadora de filosofía, ciencia, arte y religión. En otras palabras, los que custodiaban el AUMBHANDAN, el conjunto de las leyes divinas.

Viendo el trabajo intenso de estos Magos Blancos, los integrantes de la Jerarquía Crística, quienes siempre controlaron y cuidaron la evolución de nuestra galaxia, –aunque no pudiesen interferir directamente por respetar las leyes divinas, entre ellas la de Causa y Efecto- deciden enviar nuevos Emisarios con el propósito de borrar la huella oscura de la humanidad, seres espirituales que nos ayudarían a incrementar la Luz y el Amor entre todos los seres. Y así llegarán a la Tierra nuevos avatares, quienes ya veremos, fueron preparando el advenimiento del cristianismo, mucho antes de que Jesús encarnara en este plano.

Aparece entonces la quinta raza raíz, la Aria o Mental, la raza actual, cuyos genes –según varios autores- encontramos en una de las familias de la sub-raza Semita (antecesora del pueblo judío) guiados hacia la Tierra Prometida.

Ubiquémonos en la Era Cuaternaria o Pleistocénica, el período histórico en que aparece –según la ciencia- el hombre paleolítico y el neolítico. Si a la Era Cuaternaria se le conceden un millón y medio de años, entonces –dirá Blavatski- sólo pertenece a esta era nuestra quinta raza. En la quinta raza raíz, los seres vamos adquiriendo mayor desarrollo mental, lo que nos permite un mejor desarrollo. Sin embargo, los científicos –como es de costumbre- no consiguen ponerse de acuerdo. Algunos parecen haber demostrado que el hombre paleolítico –no caníbal- antecesor del neolítico –caníbal- fue un artista notable, mientras que su sucesor fue un salvaje grosero, pese a vivir en casas lacustres. Otros dicen que los paleolíticos no conocían la alfarería ni el arte de tejer, tampoco tenían animales domésticos ni cultivaban la tierra, pero tenían herramientas de cuerno, hueso y madera, más elaboradas que los neolíticos. ¿Por qué esa involución en relación a las actividades artísticas?

Si bien es cierto que tanto salvajes como seres civilizados pudo haber en todos los tiempos, las tradiciones ocultas nos relatan que durante el período paleolítico hizo su aparición en la Tierra un tercer avatar.

Como dijimos, el nombre de la quinta raza raíz (Aria) no hace referencia directa a la sub-raza que conserva ese nombre. Pero podemos decir que, en la Era Cuaternaria, las cinco razas físicas diferentes aparecen entonces en los cinco continentes. Cada una se diferenciaba de la otra por su color de piel. Cada color de piel era el indicado para poblar el sitio geográfico en que se desarrollaría; se cree que entonces hubo ciento treinta y tres millones de almas en el planeta repartidos de la siguiente manera: los de piel roja en la Atlántida y América, los de piel marrón en los Andes y Lemuria, los de piel amarilla en inmediaciones de Gobi (Asia) y los de piel negra en Sudán y la parte oeste de África. En tanto los blancos se ubicaron cerca de lo que hoy es Irán, entre el Mar Negro y los Cárpatos de Europa Central.

El plan divino incluía la reencarnación, para que estos seres no vuelvan a ocupar cuerpos de animales y pudieran religarse con Dios por medio del uso de sus atributos espirituales. Como vemos, la raza raíz aria existe hace muchísimo tiempo y existirá mucho tiempo más. Nos encontramos al final de ella, y somos parte de su última sub-raza.

Muchos dicen que ya se está incubando en el planeta la sexta raza raíz, con una oleada de niños muy particulares, los llamados “niños índigo” cuyos genes vienen del Sol. Parece que tendrá su cuna en América y posiblemente el lugar elegido esté en el sur del continente. Esta raza se caracterizará por el desarrollo superior de su plano psíquico y utilizará los sentidos que actualmente tenemos atrofiados y cuyas manifestaciones llamamos “capacidades extrasensoriales”.