miércoles, 9 de junio de 2010

Las razas raíces (parte 2)

Es así que, en esta raza raíz –adámica- comienzan a gestarse los principios que regirán el desarrollo del universo. Principios que recién se harán concientes en la raza raíz siguiente, pues los seres adámicos todo lo estaban experimentando por primera vez, de manera inconsciente, primitiva, y cometiendo miles de equivocaciones. Iban aprendien-do mediante la conocida fórmula del “ensayo-error”, lo que –como es lógico suponer- traía aparejados varios problemas.
Con la forma humana bastante más perfeccionada, en este período no sólo comienzan a aparecer las primeras gentes oriundas de este planeta, quienes inician su ciclo vital, también comienzan a presentarse los primeros seres venidos de otras regiones del espacio –entiéndase que ya no son Progenitores Divinos, sino seres en vías de desarrollo- a quienes se les dio la posibilidad de continuar su evolución en este plano. Muchos de ellos, venidos incluso de otros sistemas solares, hacían una obligada escala en Marte –donde realizaban un reajuste vibratorio- antes de encarnar en nuestro planeta.

Eran todos de piel cobriza, tanto los originales hombres del globo como los seres siderales, quienes adquirían en Marte la vestidura corporal y la sintonización necesaria para poder comunicarse con sus nuevos hermanos. De allí probablemente surge el mito de que el hombre fue hecho de barro (el color cobrizo de la piel es idéntico al color del barro en ciertas regiones del globo).

Estos seres venidos del espacio encarnan, entonces, como cualquiera de los primitivos habitantes de nuestro hogar planetario, usando cuerpos que aún irían a perfeccionarse bastante con el correr de los siglos, pero con una ventaja: ya poseían el conocimiento infuso de la “Alta Matemática que se ignora”, es decir, ya habían desarrollado en sus vidas anteriores el uso de varias leyes metafísicas que ahora irían a enseñar a sus contemporáneos.

Por eso se transformaron rápidamente en líderes o conductores tribales. Eran, de algún modo, Hermanos Mayores con una oportunidad nueva. Les enseñaron a sus consanguíneos la primera lengua polisilábica y melodiosa, una lengua acunada en este territorio y parida de la observación de algunos fenómenos de la naturaleza. Una lengua que, no obstante, obedece a una métrica sonora divina, que se llamó ABANHEENGA (abá significa hombre; nheenga significa lengua sacra) y que fue el punto de partida de todas las demás lenguas que hablaría la humanidad.

Como dijimos en otro post, América fue un punto clave en el desarrollo de esta raza adámica, por eso esta primera “lengua raíz” se cree que tuvo su origen en Sudamérica, probablemente en el territorio que hoy ocupa Brasil y que se extiende incluso por el nordeste de Argentina, Paraguay y norte de Uruguay, donde habitaba el legendario Tronco Tupí, a quien se reconocerá entonces como la Primera Raza Raíz, o la Legítima Raza Cobriza (Vermelha en portugués).

Volviendo a los seres venidos del espacio, decíamos que rápidamente se transfor-maron en conductores de esta raza cobriza, pues bien, recibieron el nombre de Tabaguaçus, (tu baba guaçú sería realmente la expresión, antes de la deformación fonética, que significaría “Nuestro Padre Conductor” o “Nuestro Patriarca”) y basta estudiar un poco la mitología guaranítica para comprender el lugar que en la cosmovisión de ese pueblo –nuestro ancestro primordial- tuvieron sus conductores.

Pues bien, muchos de estos seres siderales, después de un determinado tiempo de trabajo (que pudo realizarse en varias encarnaciones) retornan a sus lugares de origen, dejando sus enseñanzas en nuestro plano al cuidado de la humanidad que vivía en ese entonces. Y con el correr de los siglos, y ante la ausencia de verdaderos conductores espirituales, la humanidad comienza a decaer y a generar una energía bastante densa que sólo sirvió para atraer hasta este planeta a otros seres espirituales, también venidos de lejanos rincones del espacio, pero ya no con la misma calidad moral de los anteriores. Muy por el contrario, llegaron los seres “decaídos” o “retardados” de Venus, Júpiter, Saturno y otros lugares, incluso de sistemas solares muy distantes.

Fue así que la senda evolutiva del planeta Tierra se ve demorada y perjudicada por la presencia de estos verdaderos “Marginales Cósmicos” que van a instalarse no sólo en Sudamérica, -sede del Tronco Tupí, origen de la Raza Raíz Adámica- sino también en el norte del continente, y en lo que luego se transformaría en Asia y África.

Esto sucede en pleno apogeo de esta raza, más o menos en el tiempo en que vivía la quinta sub-raza adámica, y las complicaciones espirituales comienzan a hacerse cada vez más serias.

¿Y qué sucede en la Tierra cada vez que la humanidad se estanca en el error y no encuentra una salida correcta? Por fortuna, aparece un avatar para indicar el camino. Se sabe que hubo dos avatares que aparecieron en nuestro planeta en esta época, antes de que aparezca la tercera raza raíz. El auxilio espiritual de estos Maestros sin duda permitió que el planeta evolucionara mucho. Es así que se origina la tercera raza raíz. Pero los hombres, tal como los conocemos actualmente, siguen lentos en su evolución biológica ya que todavía eran hermafroditas y se reproducían por brotación.

La tercera raza raíz, Lemuriana o Instintiva, habitó el gran continente de Mu en el océano Pacífico (en algunos libros se puede encontrar Continente de Shálmali, ubicado al sur del Himalaya, hasta más allá de Australia, Tasmania y la Isla de Pascua, Madagascar, parte de África, Suecia, Noruega, Siberia y Kamchatka; pero lo único que quedaría de este continente, tal como entonces, sería Madagascar, Australia y la Isla de Pascua), hipótesis que en la actualidad es sostenida por arqueólogos pertenecientes a la británica Universidad John Moores, de Liverpool, quienes piensan que fue una inmensa porción de tierra que se extendía desde Sudamérica hasta Australia y el sur de Asia, abarcando también todo el océano Indico.

Estamos ubicados en la Era Secundaria, la era de los dinosaurios. Una etapa histórico que duró aproximadamente cinco millones de años, en la que tuvo lugar el gran cambio climático y se produjo la inclinación del eje de la Tierra. La ciencia dice que esta era incluyó los períodos Triásico, Jurásico y Cretáceo, donde reinaron los reptiles gigantes, pero niega la existencia del hombre. Helena P. Blavatski dirá entonces con sana ironía, que “le queda aún por explicar cómo llegaron los hombres a conocer estos monstruos y a describirlos antes de la época de Cuvier; los antiguos anales de China, India, Egipto y hasta Judea están llenos de ellos...”

En este ciclo también aparecen los primeros mamíferos marsupiales, los primeros carnívoros y los insectos. Pero la ciencia se niega a admitir la aparición del hombre antes de la finalización de la Era Terciaria, quizás porque al hombre hay que mostrarlo más joven que los mamíferos superiores, o tal vez para evitar a toda costa que coincidan sus enunciados con lo postulado por las religiones. Pero la Antropología Gnóstica y la religión Umbanda nos enseñan lo contrario, y ya que la ciencia no puede precisar nada y sólo se basa en especulaciones, la enseñanza oculta y la religiosa son bastante más lógicas y razonables, aún cuando no dejen de ser hipótesis. ¿Será cuestión de tiempo, nada más? Aguardemos...

Pues bien, ¿cómo eran estos seres integrantes de la tercera raza raíz? No todos los que consideramos lemurianos son idénticos. De hecho, como ya sabemos, podemos encontrar siete sub-razas entre ellos. Cada una muy diferente de la otra, fueron evolucionando hasta transformarse en los humanos de la actualidad.

Es así que en la Primera Sub-Raza Lemuriana, los seres se reproducían aún por exudación (algo que conservaron de la Raza Raíz Hiperbórea); la Segunda Sub-Raza Lemuriana nos presenta seres aún hermafroditas pero que nacen de un huevo. Pero ya nacen desarrollados, con un notable crecimiento. En la Tercera Sub-Raza de esta civilización los habitantes seguían naciendo de un huevo, pero ya no nacían adultos. Aparecen en esta sub-raza la vista y el esqueleto. Los seres tenían aproximadamente cuatro metros de altura y un único ojo. Se los llamó Cíclopes en la mitología.
Poco a poco ese ojo se fue hundiendo en el cerebro hasta convertirse en lo que hoy conocemos como glándula pineal. Junto con estos seres de un solo ojo conviven otros, que tienen pezuñas, garras, plumas y colas. Son los sátiros, los centauros y los unicornios. El hombre estaba preso en cuerpos grotescos que no eran propicios para su desarrollo. Surge entonces la Cuarta Sub-Raza, y en ella, el huevo ya no se desprenderá directamente del cuerpo, como sucedía en la anterior, sino que será incubado en el vientre al igual que las aves.
La Quinta Sub-Raza fue la etapa de transición del pájaro a hombre. En las Sexta y Séptima Sub-Razas la reproducción recién comienza a ser como la actual y la separación de los sexos se produce de manera completa. Es cuando aparecen en el planeta –al mismo tiempo- las mujeres y las flores. Pero también aparece por primera vez el karma y el razonamiento, aunque rudo y elemental, pero razonamiento al fin.

Pues bien, durante el apogeo de la cuarta sub-raza lemuriana, y con casi todo el planeta ocupado por los seres humanos, surge una nueva migración de seres siderales, seres de gran carisma que en tiempos pasados fueron conductores de planetas más evolu-cionados de nuestro sistema solar, como Saturno y Júpiter. “Seres que habían alcanzado niveles evolutivos inimaginables” –dirá el Mestre Arhapiagha- que habían superado definitivamente sus conflictos con el ego, la gran mayoría –claro- pues en todos los sitios siempre conviven diferentes niveles de conciencia. Y lamentablemente estos seres también reaparecen en nuestro plano para aprender, enmendarse y evolucionar. Cosa que no siempre logran –por eso decimos lamentablemente- y sí consiguen algunos adeptos para desarrollar sus sistemas negativos, tanto espirituales como políticos, religiosos, sociales, etc.

Descienden a la Tierra en mayor número que los llegados en el tiempo adámico, y tomaron contacto con la humanidad terrestre que –en su inmensa mayoría- era bastante simple y mal desarrollada. Estos seres –los más evolucionados- vuelven a aportar el mensaje divino al mundo, el AUMBHANDAN, y se sabe que al final de la raza lemuriana surgen los grandes Magos Blancos, conocedores profundos de estas leyes cósmicas, quienes por medio de capacidades especiales van a mantener contacto directo con la Hermandad Cósmica y se transformarán en conductores espirituales del globo y depositarios de la Sabiduría Unificada.

Así se irá extinguiendo la tercera raza raíz, abriendo paso a la nueva raza, la que heredaría esta sabiduría unificada y, por lo tanto, sería muy poderosa, aunque también haya sido interferida por seres de baja estirpe, quienes causaron verdaderas catástrofes y propiciaron el surgimiento de la magia negra en nuestro globo.