miércoles, 9 de junio de 2010

¿Cómo será la próxima raza raíz y qué rol ocupará en ella nuestra religión?

En cuanto a la posterior raza raíz, la séptima, será la última del Gran Ciclo. En ella se hará efectiva la unión con Dios, el hombre volverá a religarse con el Conocimiento Uno. Será la restauración definitiva del AUMBHANDAN. Pero no se dará mediante el surgimiento de una nueva religión, sino a través de la integración total de los cuatro pilares de la Gnosis humana, que unidas de manera sintética formarán la base del conocimiento, del mismo que una vez estuvo unificado y que lamentablemente fue dividido, causando separaciones entre los hombres.

Será el momento de reestablecer la conexión divina que tenían los primeros seres, los “Progenitores” y comenzar –mediante el amor, la compasión y la sabiduría- a sentirnos Uno con el Creador, a través de la práctica del AUMBHANDAN, que no es lo mismo que actualmente se practica en los terreiros de todo el mundo.

Es así que en estos momentos asistimos al nuevo sonar de los clarines mediante el Movimiento Umbandista. Porque es momento de comenzar un nuevo trabajo de perfeccionamiento espiritual. Los seres espirituales integrantes del llamado Astral Superior piensan que ya está llegando la hora de restaurar esta sabiduría integral, que es tiempo de que los mortales recuperemos el conocimiento del conjunto de las leyes divinas. Por eso, diferentes disciplinas aparecen en el mundo tratando de lograr esta unión. Se hablará así del Gran Nudo del Ser y Los Cuatro Cuadrantes del Conocimiento, de los Cuatro Pilares de la Sabiduría Gnóstica, etc.

Y por eso es tan importante que el llamado del Astral Superior dé sus frutos. Sabemos que en un corto espacio de tiempo se sumarán millones de integrantes a nuestras filas, en todos los rincones del planeta. Porque esa es la misión del Movimiento Umbandista, aunque aún la mayoría de los integrantes de esta corriente no parezca tan organizada ni tan llena de propósitos tan nobles. No olvidemos que conviven en el planeta, en el mismo tiempo, personas con diferentes niveles de conciencia. Pero todas tienen un lugar en esta convocatoria, porque todas están inclinando la balanza de la evolución del hombre. Irremediablemente, en algún momento se producirá una depuración si no existe una evolución personal al respecto.

La caminata es larga, y por momentos será difícil, pero –nos guste o no- todos asistimos a este tiempo histórico, en que está en plena vigencia el Movimiento.

¿De qué se trata entonces el Movimiento Umbandista? ¿Quiénes lo llevan adelante? ¿Cómo podemos alistarnos a sus filas? ¿Por qué es preciso crecer en conciencia?

La incógnita comienza a develarse, aunque antes va a ser necesario adentrarnos en los orígenes de la raza cobriza, ya que en el seno de esta raza –que hemos visto, bien pudo ser la primera que habitó el globo- surgirá el Movimiento de rescate.

El velo se descubre, al fin, en los próximos posteos.

Las razas raíces (parte 3)

La cuarta raza raíz o Atlante, también llamada Pasional hace su aparición en la Era Terciaria, integrada –según la ciencia- por los períodos Eoceno, Mioceno y Plioceno. Nos dice Blavatski que “la tercera raza casi ha desaparecido por completo, barrida por los espantosos cataclismos geológicos de la Era Secundaria, dejando sólo tras de sí algunas razas híbridas”.

Esta raza va a mejorar enormemente el plano mental de los seres. Aparece la voluntad y el ansia de libertad. Sus integrantes eran muy altos, algunos llegaban incluso a los ocho metros (se van a llamar Gigantes).

Sabemos que habitaron el famoso “continente perdido” (que algunos autores llamarán Kusha) y en esta civilización algunos de sus integrantes todavía tenían en funcio-nes el Tercer Ojo –aunque los dos ojos físicos ya se han desarrollado- porque el mundo astral no se había cerrado totalmente.

Así como el nivel mental de los atlantes se desarrolló ampliamente, la influencia de espíritus de bajo nivel vibratorio, venidos también de otros rincones del espacio mientras aún estaba presente en el globo la raza raíz anterior, propició la envidia, la mezquindad, el egoísmo y la aparición de varios vicios que fueron, poco a poco, consumiendo al hombre. El autoritarismo de estos seres se extendería no sólo al plano físico, sino también al espiritual. Es así que en la inmensidad de la noche, el hombre terrícola va a realizar por vez primera su primer ritual de magia negra para atacar o subyugar a uno de sus semejantes.

Esta es la gran mancha en la historia de la humanidad. Algo que no fue un hecho aislado. Muy por el contrario, el resultado de aquel acto mágico negativo debió ser el esperado por esos seres de baja conciencia porque continuaron siendo practicados, cada vez con mayor asiduidad, hasta generarse verdaderas guerras negras en las que el odio y la muerte acabaron con aquel pasado glorioso y muy sagrado establecido en el AUMBHANDAN.

Las reacciones naturales no se harían esperar. Entonces se producen grandes catástrofes: una manera de reaccionar que tendría el propio planeta para “expulsar” de su vientre a estos marginales del espacio, los que habían generado tamaña desarmonía.

Y el planeta logró su objetivo, pero sólo en parte. Lamentablemente, la acción de los Magos Negros fue muy grande y precisa. Habían logrado incluso manipular principios naturales básicos. Encontraron varios devas y guardianes terrenales como aliados, los que debido a su energía, sobrevivieron a los cataclismos, y aún mantienen parte de esa pesada carga astral y mental en sus genes. Es por eso que todavía perseveran severas molestias espirituales en nuestra humanidad.

Con este clima espiritual, la Tierra ve desaparecer la cuarta raza raíz, la que no pudo mantenerse por encima de los deseos inferiores y sucumbió ante el peso de sus propios vicios y costumbres. Fue un tiempo donde el egoísmo logró reinar e imponer sus cánones. Aunque, por fortuna, los Magos Blancos de los que hablamos muy someramente, y que habían surgido al final de la raza lemuriana, habían ocultado el Conocimiento Uno en los templos. Conocimiento que sobrevivió herméticamente escondido durante todo este tiempo, siendo sólo accedido a él por contadas personas, los guardianes de las tradiciones doradas. Los que continuaban bregando por la unión de los hombres y por la síntesis unificadora de filosofía, ciencia, arte y religión. En otras palabras, los que custodiaban el AUMBHANDAN, el conjunto de las leyes divinas.

Viendo el trabajo intenso de estos Magos Blancos, los integrantes de la Jerarquía Crística, quienes siempre controlaron y cuidaron la evolución de nuestra galaxia, –aunque no pudiesen interferir directamente por respetar las leyes divinas, entre ellas la de Causa y Efecto- deciden enviar nuevos Emisarios con el propósito de borrar la huella oscura de la humanidad, seres espirituales que nos ayudarían a incrementar la Luz y el Amor entre todos los seres. Y así llegarán a la Tierra nuevos avatares, quienes ya veremos, fueron preparando el advenimiento del cristianismo, mucho antes de que Jesús encarnara en este plano.

Aparece entonces la quinta raza raíz, la Aria o Mental, la raza actual, cuyos genes –según varios autores- encontramos en una de las familias de la sub-raza Semita (antecesora del pueblo judío) guiados hacia la Tierra Prometida.

Ubiquémonos en la Era Cuaternaria o Pleistocénica, el período histórico en que aparece –según la ciencia- el hombre paleolítico y el neolítico. Si a la Era Cuaternaria se le conceden un millón y medio de años, entonces –dirá Blavatski- sólo pertenece a esta era nuestra quinta raza. En la quinta raza raíz, los seres vamos adquiriendo mayor desarrollo mental, lo que nos permite un mejor desarrollo. Sin embargo, los científicos –como es de costumbre- no consiguen ponerse de acuerdo. Algunos parecen haber demostrado que el hombre paleolítico –no caníbal- antecesor del neolítico –caníbal- fue un artista notable, mientras que su sucesor fue un salvaje grosero, pese a vivir en casas lacustres. Otros dicen que los paleolíticos no conocían la alfarería ni el arte de tejer, tampoco tenían animales domésticos ni cultivaban la tierra, pero tenían herramientas de cuerno, hueso y madera, más elaboradas que los neolíticos. ¿Por qué esa involución en relación a las actividades artísticas?

Si bien es cierto que tanto salvajes como seres civilizados pudo haber en todos los tiempos, las tradiciones ocultas nos relatan que durante el período paleolítico hizo su aparición en la Tierra un tercer avatar.

Como dijimos, el nombre de la quinta raza raíz (Aria) no hace referencia directa a la sub-raza que conserva ese nombre. Pero podemos decir que, en la Era Cuaternaria, las cinco razas físicas diferentes aparecen entonces en los cinco continentes. Cada una se diferenciaba de la otra por su color de piel. Cada color de piel era el indicado para poblar el sitio geográfico en que se desarrollaría; se cree que entonces hubo ciento treinta y tres millones de almas en el planeta repartidos de la siguiente manera: los de piel roja en la Atlántida y América, los de piel marrón en los Andes y Lemuria, los de piel amarilla en inmediaciones de Gobi (Asia) y los de piel negra en Sudán y la parte oeste de África. En tanto los blancos se ubicaron cerca de lo que hoy es Irán, entre el Mar Negro y los Cárpatos de Europa Central.

El plan divino incluía la reencarnación, para que estos seres no vuelvan a ocupar cuerpos de animales y pudieran religarse con Dios por medio del uso de sus atributos espirituales. Como vemos, la raza raíz aria existe hace muchísimo tiempo y existirá mucho tiempo más. Nos encontramos al final de ella, y somos parte de su última sub-raza.

Muchos dicen que ya se está incubando en el planeta la sexta raza raíz, con una oleada de niños muy particulares, los llamados “niños índigo” cuyos genes vienen del Sol. Parece que tendrá su cuna en América y posiblemente el lugar elegido esté en el sur del continente. Esta raza se caracterizará por el desarrollo superior de su plano psíquico y utilizará los sentidos que actualmente tenemos atrofiados y cuyas manifestaciones llamamos “capacidades extrasensoriales”.

Las razas raíces (parte 2)

Es así que, en esta raza raíz –adámica- comienzan a gestarse los principios que regirán el desarrollo del universo. Principios que recién se harán concientes en la raza raíz siguiente, pues los seres adámicos todo lo estaban experimentando por primera vez, de manera inconsciente, primitiva, y cometiendo miles de equivocaciones. Iban aprendien-do mediante la conocida fórmula del “ensayo-error”, lo que –como es lógico suponer- traía aparejados varios problemas.
Con la forma humana bastante más perfeccionada, en este período no sólo comienzan a aparecer las primeras gentes oriundas de este planeta, quienes inician su ciclo vital, también comienzan a presentarse los primeros seres venidos de otras regiones del espacio –entiéndase que ya no son Progenitores Divinos, sino seres en vías de desarrollo- a quienes se les dio la posibilidad de continuar su evolución en este plano. Muchos de ellos, venidos incluso de otros sistemas solares, hacían una obligada escala en Marte –donde realizaban un reajuste vibratorio- antes de encarnar en nuestro planeta.

Eran todos de piel cobriza, tanto los originales hombres del globo como los seres siderales, quienes adquirían en Marte la vestidura corporal y la sintonización necesaria para poder comunicarse con sus nuevos hermanos. De allí probablemente surge el mito de que el hombre fue hecho de barro (el color cobrizo de la piel es idéntico al color del barro en ciertas regiones del globo).

Estos seres venidos del espacio encarnan, entonces, como cualquiera de los primitivos habitantes de nuestro hogar planetario, usando cuerpos que aún irían a perfeccionarse bastante con el correr de los siglos, pero con una ventaja: ya poseían el conocimiento infuso de la “Alta Matemática que se ignora”, es decir, ya habían desarrollado en sus vidas anteriores el uso de varias leyes metafísicas que ahora irían a enseñar a sus contemporáneos.

Por eso se transformaron rápidamente en líderes o conductores tribales. Eran, de algún modo, Hermanos Mayores con una oportunidad nueva. Les enseñaron a sus consanguíneos la primera lengua polisilábica y melodiosa, una lengua acunada en este territorio y parida de la observación de algunos fenómenos de la naturaleza. Una lengua que, no obstante, obedece a una métrica sonora divina, que se llamó ABANHEENGA (abá significa hombre; nheenga significa lengua sacra) y que fue el punto de partida de todas las demás lenguas que hablaría la humanidad.

Como dijimos en otro post, América fue un punto clave en el desarrollo de esta raza adámica, por eso esta primera “lengua raíz” se cree que tuvo su origen en Sudamérica, probablemente en el territorio que hoy ocupa Brasil y que se extiende incluso por el nordeste de Argentina, Paraguay y norte de Uruguay, donde habitaba el legendario Tronco Tupí, a quien se reconocerá entonces como la Primera Raza Raíz, o la Legítima Raza Cobriza (Vermelha en portugués).

Volviendo a los seres venidos del espacio, decíamos que rápidamente se transfor-maron en conductores de esta raza cobriza, pues bien, recibieron el nombre de Tabaguaçus, (tu baba guaçú sería realmente la expresión, antes de la deformación fonética, que significaría “Nuestro Padre Conductor” o “Nuestro Patriarca”) y basta estudiar un poco la mitología guaranítica para comprender el lugar que en la cosmovisión de ese pueblo –nuestro ancestro primordial- tuvieron sus conductores.

Pues bien, muchos de estos seres siderales, después de un determinado tiempo de trabajo (que pudo realizarse en varias encarnaciones) retornan a sus lugares de origen, dejando sus enseñanzas en nuestro plano al cuidado de la humanidad que vivía en ese entonces. Y con el correr de los siglos, y ante la ausencia de verdaderos conductores espirituales, la humanidad comienza a decaer y a generar una energía bastante densa que sólo sirvió para atraer hasta este planeta a otros seres espirituales, también venidos de lejanos rincones del espacio, pero ya no con la misma calidad moral de los anteriores. Muy por el contrario, llegaron los seres “decaídos” o “retardados” de Venus, Júpiter, Saturno y otros lugares, incluso de sistemas solares muy distantes.

Fue así que la senda evolutiva del planeta Tierra se ve demorada y perjudicada por la presencia de estos verdaderos “Marginales Cósmicos” que van a instalarse no sólo en Sudamérica, -sede del Tronco Tupí, origen de la Raza Raíz Adámica- sino también en el norte del continente, y en lo que luego se transformaría en Asia y África.

Esto sucede en pleno apogeo de esta raza, más o menos en el tiempo en que vivía la quinta sub-raza adámica, y las complicaciones espirituales comienzan a hacerse cada vez más serias.

¿Y qué sucede en la Tierra cada vez que la humanidad se estanca en el error y no encuentra una salida correcta? Por fortuna, aparece un avatar para indicar el camino. Se sabe que hubo dos avatares que aparecieron en nuestro planeta en esta época, antes de que aparezca la tercera raza raíz. El auxilio espiritual de estos Maestros sin duda permitió que el planeta evolucionara mucho. Es así que se origina la tercera raza raíz. Pero los hombres, tal como los conocemos actualmente, siguen lentos en su evolución biológica ya que todavía eran hermafroditas y se reproducían por brotación.

La tercera raza raíz, Lemuriana o Instintiva, habitó el gran continente de Mu en el océano Pacífico (en algunos libros se puede encontrar Continente de Shálmali, ubicado al sur del Himalaya, hasta más allá de Australia, Tasmania y la Isla de Pascua, Madagascar, parte de África, Suecia, Noruega, Siberia y Kamchatka; pero lo único que quedaría de este continente, tal como entonces, sería Madagascar, Australia y la Isla de Pascua), hipótesis que en la actualidad es sostenida por arqueólogos pertenecientes a la británica Universidad John Moores, de Liverpool, quienes piensan que fue una inmensa porción de tierra que se extendía desde Sudamérica hasta Australia y el sur de Asia, abarcando también todo el océano Indico.

Estamos ubicados en la Era Secundaria, la era de los dinosaurios. Una etapa histórico que duró aproximadamente cinco millones de años, en la que tuvo lugar el gran cambio climático y se produjo la inclinación del eje de la Tierra. La ciencia dice que esta era incluyó los períodos Triásico, Jurásico y Cretáceo, donde reinaron los reptiles gigantes, pero niega la existencia del hombre. Helena P. Blavatski dirá entonces con sana ironía, que “le queda aún por explicar cómo llegaron los hombres a conocer estos monstruos y a describirlos antes de la época de Cuvier; los antiguos anales de China, India, Egipto y hasta Judea están llenos de ellos...”

En este ciclo también aparecen los primeros mamíferos marsupiales, los primeros carnívoros y los insectos. Pero la ciencia se niega a admitir la aparición del hombre antes de la finalización de la Era Terciaria, quizás porque al hombre hay que mostrarlo más joven que los mamíferos superiores, o tal vez para evitar a toda costa que coincidan sus enunciados con lo postulado por las religiones. Pero la Antropología Gnóstica y la religión Umbanda nos enseñan lo contrario, y ya que la ciencia no puede precisar nada y sólo se basa en especulaciones, la enseñanza oculta y la religiosa son bastante más lógicas y razonables, aún cuando no dejen de ser hipótesis. ¿Será cuestión de tiempo, nada más? Aguardemos...

Pues bien, ¿cómo eran estos seres integrantes de la tercera raza raíz? No todos los que consideramos lemurianos son idénticos. De hecho, como ya sabemos, podemos encontrar siete sub-razas entre ellos. Cada una muy diferente de la otra, fueron evolucionando hasta transformarse en los humanos de la actualidad.

Es así que en la Primera Sub-Raza Lemuriana, los seres se reproducían aún por exudación (algo que conservaron de la Raza Raíz Hiperbórea); la Segunda Sub-Raza Lemuriana nos presenta seres aún hermafroditas pero que nacen de un huevo. Pero ya nacen desarrollados, con un notable crecimiento. En la Tercera Sub-Raza de esta civilización los habitantes seguían naciendo de un huevo, pero ya no nacían adultos. Aparecen en esta sub-raza la vista y el esqueleto. Los seres tenían aproximadamente cuatro metros de altura y un único ojo. Se los llamó Cíclopes en la mitología.
Poco a poco ese ojo se fue hundiendo en el cerebro hasta convertirse en lo que hoy conocemos como glándula pineal. Junto con estos seres de un solo ojo conviven otros, que tienen pezuñas, garras, plumas y colas. Son los sátiros, los centauros y los unicornios. El hombre estaba preso en cuerpos grotescos que no eran propicios para su desarrollo. Surge entonces la Cuarta Sub-Raza, y en ella, el huevo ya no se desprenderá directamente del cuerpo, como sucedía en la anterior, sino que será incubado en el vientre al igual que las aves.
La Quinta Sub-Raza fue la etapa de transición del pájaro a hombre. En las Sexta y Séptima Sub-Razas la reproducción recién comienza a ser como la actual y la separación de los sexos se produce de manera completa. Es cuando aparecen en el planeta –al mismo tiempo- las mujeres y las flores. Pero también aparece por primera vez el karma y el razonamiento, aunque rudo y elemental, pero razonamiento al fin.

Pues bien, durante el apogeo de la cuarta sub-raza lemuriana, y con casi todo el planeta ocupado por los seres humanos, surge una nueva migración de seres siderales, seres de gran carisma que en tiempos pasados fueron conductores de planetas más evolu-cionados de nuestro sistema solar, como Saturno y Júpiter. “Seres que habían alcanzado niveles evolutivos inimaginables” –dirá el Mestre Arhapiagha- que habían superado definitivamente sus conflictos con el ego, la gran mayoría –claro- pues en todos los sitios siempre conviven diferentes niveles de conciencia. Y lamentablemente estos seres también reaparecen en nuestro plano para aprender, enmendarse y evolucionar. Cosa que no siempre logran –por eso decimos lamentablemente- y sí consiguen algunos adeptos para desarrollar sus sistemas negativos, tanto espirituales como políticos, religiosos, sociales, etc.

Descienden a la Tierra en mayor número que los llegados en el tiempo adámico, y tomaron contacto con la humanidad terrestre que –en su inmensa mayoría- era bastante simple y mal desarrollada. Estos seres –los más evolucionados- vuelven a aportar el mensaje divino al mundo, el AUMBHANDAN, y se sabe que al final de la raza lemuriana surgen los grandes Magos Blancos, conocedores profundos de estas leyes cósmicas, quienes por medio de capacidades especiales van a mantener contacto directo con la Hermandad Cósmica y se transformarán en conductores espirituales del globo y depositarios de la Sabiduría Unificada.

Así se irá extinguiendo la tercera raza raíz, abriendo paso a la nueva raza, la que heredaría esta sabiduría unificada y, por lo tanto, sería muy poderosa, aunque también haya sido interferida por seres de baja estirpe, quienes causaron verdaderas catástrofes y propiciaron el surgimiento de la magia negra en nuestro globo.

viernes, 4 de junio de 2010

Las razas raíces

Cuando hablamos de “raza raíz” no nos referimos a la cantidad de estirpes distintas que en un determinado momento histórico pueblan el planeta al mismo tiempo. Es decir, no estamos hablando de la raza blanca, la negra, la roja o la amarilla, que son fruto de constante investigación por parte de distintas disciplinas (biología, sociología, antropología, etc.). De acuerdo con el pensar antropológico gnóstico consideraremos a la humanidad como un TODO habitando un planeta determinado en un momento equis. Para hacer este examen se debe tener en cuenta un segmento muy amplio, que va desde la aparición de la primera sociedad, la más primitiva (la protocivilización) hasta el momento en que decae la más grande de las urbes de un mundo que alcanzó su cúspide.

El tiempo que transcurre entre el fin de una raza raíz y el surgimiento de otra, es decir, entre la desaparición de los últimos rastros de una civilización y la aparición de las primeras impresiones de una nueva puede ser muy diferente entre un astro y otro (desde pocos siglos hasta varios milenios). Y como es lógico suponer, para que se pueda fundar una nueva raza raíz deben permanecer con vida algunos integrantes de una raza anterior. Los más evolucionados, los que mejor se adaptarán a los cambios impuestos por la maniobra de un universo en constante desarrollo. Si no ocurre así, la creación tendría que volver a comenzar su ciclo nuevamente, algo que hasta el momento no ha sucedido.

Es decir que los fundadores de nuevas razas raíces, indefectiblemente deben pertenecer a razas raíces anteriores, y es algo que se notará en los nuevos seres, pero que se irá perdiendo paulatinamente.

Nuestra raza raíz, por ejemplo, conserva aún muchas características que fueron propias de la anterior raza, la atlante, que fue muy adelantada tecnológicamente pero también muy materialista, muy individualista y con poca evolución espiritual. Algo muy fácil de comprobar si realizamos un análisis del común de nuestra población. Esta herencia nos legó varios errores (como ejemplo citaremos el capitalismo, el surgimiento de las grandes diferencias socioeconómicas de muchos pueblos del planeta) que quizá algún día causen nuestra extinción, como sucedió con las anteriores razas que ya habitaron este territorio.

Antes de introducirnos de lleno en el análisis de la evolución del hombre en la Tierra diremos que, –de acuerdo con la Antropología Gnóstica- cada Raza Raíz está formada por siete sub-razas, varias de las cuales pueden convivir al mismo tiempo en el globo. También mencionaremos que al tiempo de desarrollo en un planeta de siete razas raíces se conoce como Período Mundial; y que siete períodos mundiales completan una Ronda Kármica. Una ronda kármica completa es lo que precisa un ser para lograr su evolución, para desprenderse completamente de la ley de causa y efecto, es decir, para pasar a formar parte del cuerpo causal de Dios.

Pues bien, la primera raza raíz que conoció la Tierra fue la Protoplasmática o Pre-Adámica, en la Era Arcaica. Esta Época Primordial incluyó los períodos que los científicos conocen como Laurentiano, Cambriano y Siluriano y sabemos que fue muy rica en vida vegetal y animal. En los depósitos laurentianos se encontraron ejemplares de Eozoon canadiense (una concha dividida en celdillas), en los silurianos se encontraron hierbas marinas (algas), pólipos y algunos seres vivos que pueden considerarse antecesores a los peces. Por eso la ciencia admite que la vida en el fondo del mar estuvo presente desde siempre, y nos deja entreabierta una puerta a que la especulación humana divague en relación a la aparición del hombre en el planeta, porque nada nos dice de qué es lo que podía estar sucediendo fuera de las aguas.

La Filosofía Esotérica está de acuerdo con la ciencia en casi todas estas manifesta-ciones, a no ser por un punto: va a decir que los trescientos millones de años de vida vegetal precedieron a los “Hombres Divinos” –en palabras de Helena Blavatski- o “Progenitores”. Los llamados Devas, seres de luz que estaban en constante conexión con la energía divina. Poseían cuerpos translúcidos, mitad físicos y mitad etéreos, más volátiles que densos, muy sutiles. Eran andróginos, se cree que también inmortales, y se multiplicaban por división o brotación. Estos Progenitores vivían en una región llamada Thule (en muchos textos aparecerá como Continente de Thule y en otros se dirá que habitaron el Monte Neru) ubicada en lo que ahora ocupa el polo norte.

Los más antiguos textos arios e indos relatan que el actual continente ártico era hace muchísimos milenios un lugar de clima templado y exuberante naturaleza, donde se desarrolló esta civilización superior, con un admirable desarrollo trascendente, a la que se suele mencionar como “la patria de los seres venidos de las estrellas”. Se los denominó “ariyas” (de allí deriva la palabra ario) que significaría “noble”, “iluminado” o incluso “nacido dos veces”.

Thule estaba incomunicada con el resto del mundo porque el océano boreal la separaba, y por eso podían vivir en armonía. Jamás sus habitantes se enteraron si existía vida en otra región. No conocieron guerras ni invasiones. Pero sucedió lo imprevisto: una hecatombe planetaria y un agudo cambio climático que los obligó a migrar hacia tierras ubicadas más al sur del globo, y así reaparece esta civilización en el actual continente euroasiático fundando lo que se conoce como la civilización del Gobi (segunda raza raíz) que más tarde se extendió por Europa.

La gran cantidad de restos de flora y fauna encontradas en lo que hoy son islas congeladas e inhóspitas del continente ártico nos permiten aseverar la existencia de esta sociedad. Algunos ejemplos notorios dejaron boquiabiertos a los científicos, como los descubrimientos arqueológicos de la isla de Vrangelja, al norte de Siberia, o los yacimientos de carbón de la isla de Spitsberg (actual territorio de Noruega).

La segunda raza raíz, llamada también Semi-Vital, Hiperbórea o Adámica, apare-ce entonces, según algunos autores, a orillas del entonces Mar de Gobi (hoy desierto) en la Era Primaria. Incluye los períodos que la ciencia clasificó como Devoniano, Carbonífero y Permiano. Enormes bosques de helecho crecían junto a las primeras coníferas. Dirán los entendidos que los peces y los primeros reptiles eran los reyes absolutos del mundo. La Doctrina Esotérica sigue coincidiendo con la ciencia, pero agrega que la vida también se desarrollaba en otros planos y que estaba integrada por los descendientes la raza raíz inicial o protoplasmática, seres que poco a poco van perdiendo parte de su masa etérea y adquieren tacto y oído. Seguían siendo andróginos, pero se reproducen por exudación (a través de gotas de sudor), y eran dueños de lo que se conoce como conciencia búdhica. Sus primeras formas, casi etéreas, van adquiriendo poco a poco corporalidad. El lugar en que estos seres habitaban se extendía, según varios estudiosos, desde Groenlandia hasta Rusia, Suecia y Noruega, cuando ese territorio tenía un clima tropical muy apacible. Es el llamado continente hiperbóreo (en muchos libros se mencionará su residencia como Continente Plaksha). No obstante, como veremos más adelante, también en otros sitios estuvo presente este desarrollo, o sea que no fue privativo de esta región. América (por ese entonces unida al resto del mundo) fue un lugar clave del surgimiento de esta raza.

Los autores revisionistas de la doctrina de Umbanda (entre los que encontramos los integrantes de la Orden Iniciática del Cruceiro Divino de São Paulo, Brasil, liderada por el Mestre Yamunisiddha Arhapiagha) entenderán que el hecho de que estos seres fueran perdiendo su volatilidad y adquiriendo –poco a poco- masa corporal, tacto y oído, los ubica en un período que llamarán Adámico. ¿Por qué? La explicación, sin duda parte del sincretismo cristiano del mito de Adán y Eva que todos conocemos.