sábado, 15 de mayo de 2010

AUMBHANDAN y sus diferencias con el Movimiento Umbandista

El título de este post abre una puerta muy interesante en nuestro trabajo investigativo, y ahora nos vemos en la obligación a relacionar este culto con una compleja filosofía milenaria, posiblemente originada en Oriente. Y decimos sin temor a equivocarnos “posiblemente” pues –aunque son muchos los investigadores que se esfuerzan en encontrar las raíces del mundo civilizado en esa región del mapa- al parecer, la tradición UNICA del conocimiento no es privativa de un lugar geográfico determinado.

Domingo Rivas Miranda Neto relata en su libro “Umbanda al alcance de los jóvenes” que la religión Umbanda surgió miles de años antes de Cristo, “casi paralelamente al surgimiento del hombre en la Tierra, en el seno de una civilización muy antigua conocida como lemuriana que se extendía entre los continentes de África, Asia y América –por ese entonces unidos- y que había alcanzado un alto nivel de desarrollo y evolución”.

¿Pero quiénes eran los integrantes de esta civilización y es posible que no quede ningún vestigio de su existencia?

Al parecer, Lemuria constituía un enorme territorio –anterior al surgimiento de los continentes actuales- que fue destruido por el fuego subterráneo y los terremotos, y sumergido en el fondo del océano hace varios miles de años, quedando como huellas de lo que alguna vez fuera su presencia solamente los picos más altos de sus montañas, los que reaparecerían entre las aguas en forma de islas de formación muy antigua, como por ejemplo la Isla de Pascua, famosa por sus moáis de origen incierto.

El origen de la civilización lemuriana es difícil de rastrear porque se pierde en la más remota antigüedad, de la que casi no quedan pistas. Pero gracias a la Antropología Gnóstica sabemos que su decadencia dio lugar a la Atlántida y que los lemurianos seguramente fueron descendientes de los dioses antiguos, con los que quizás convivían en un plano de igualdad –al menos geográfico-.

No obstante, Colin Rivas, arqueólogo y lingüista de la Universidad Estatal de California, en Northridge, piensa que la Atlántida era la capital de una antigua sociedad global –la separa radicalmente de la mítica Lemuria- en la que los eusqueras encontrarían su origen, debido a su antigüedad genética. Para este estudioso, los vascos son la primera población europea, descendientes de los atlantes (no pone en duda la existencia de esta ciudad) y precursores de la mayoría de las lenguas europeas y de los pueblos celtas. Como vemos, varios científicos ortodoxos ya admiten la existencia de la Atlántida, aunque aún no puedan relacionarla con la civilización lemuriana. Pero sabemos que es sólo falta de tiempo... La ciencia algún día validará –o no- las hipótesis de la Antropología Gnóstica.

Las últimas investigaciones sobre la sociedad lemuriana dan cuenta de que –por alguna razón- tenían relación con el grupo de estrellas de las Pléyades, o al menos, esta parte del cielo les despertaba un particular interés. Se acepta la posibilidad de que sus habitantes hayan venido de esta región del espacio a prestar socorro a nuestro planeta, que estaba formándose, y por eso los habitantes de esta raza serían seres cósmicos muy evolucionados y dueños de un conocimiento unificado, donde la filosofía, la ciencia, las artes y la religión estaban unidas, y eran el sustento de su doctrina.

El apogeo de esta civilización se sitúa cercano a los 100.000 años antes de Cristo, por eso una de las hipótesis de su destrucción fue la aparición del período glaciar (ocurrido 80.000 años antes de Cristo) entre otros varios desastres naturales y cósmicos que afectaron a nuestro planeta, que habrían arruinado parte de su cultura y su filosofía de vida tan particular.

Muchos afirman que para sobrevivir a la catástrofe, los descendientes de los lemurianos construyeron túneles subterráneos que unirían regiones de su extenso territorio (hoy separado en continentes) en los que se ocultaron y todavía residirían allí varios de ellos. Posiblemente saldrían a la superficie en algunos períodos históricos diferentes y dejarían su huella en el exterior. Allí estaría una explicación para la aparición de los moáis de la Isla de Pascua, que algunos científicos ubican entre los siglos XII y XVII.

Si damos crédito a la opinión de Colin Rivas sobre la historicidad de la raza vasca, recordemos que en ese país el principal monte, Amboto, no sólo es importante por su altitud sino también por su valor cultural. La mitología vasca dice que es el asiento de la diosa Mari –lo que le brinda un valor casi sagrado- también llamada Amalur. Los habitantes de la región cercana a este monte siguen siendo muy respetuosos de las tradiciones ancestrales de esta raza y aseguran que en el interior de la montaña existe una serie de cuevas y pasadizos secretos que funcionarían como una especie de portal interdimensional, que comunicaría nuestra civilización con una de las tantas ciudades intraterrenas del planeta al que ellos llaman Lurrabertze. La montaña de Amboto está repleta de cavidades y cuevas, en las que muchos exploradores que osaron introducirse para investigarla –quizás alertados por la leyenda que dice que en su interior corren ríos de leche y oro líquido- jamás retornaron.

A muchos críticos les parece difícil que, por el período transcurrido, algún saber de esta civilización haya podido sobrevivir. No obstante, los seguidores de movimientos espirituales diversos afirman que no sólo ha sobrevivido el conocimiento, sino que es posible contactar con los descendientes de estos seres, quienes mantienen viva la llama del saber unificado. Y así como, cada tanto aparece en la superficie terrestre una huella de la existencia de esta civilización, cada tanto aparece una doctrina filosófico-religiosa que intenta “religar” este saber que sigue intacto a pesar de los tiempos.

Este saber unificado es lo que llamamos AUMBHANDAN, una compleja mezcla de filosofía, ciencia, arte y religión. Un camino de evolución personal que el Movimiento Umbandista surgido en Brasil en el mes de noviembre de 1908 intenta restaurar.

Hasta el momento hemos mencionado la raza lemuriana y muy someramente la atlante, también sabemos que cada planeta, estrella o satélite del cosmos ha tenido siete razas raíces diferentes antes de transformarse en roca inerte. ¿Y la Tierra en que vivimos? ¿Cuántas razas ya ha tenido? ¿Cuántas aún restan aparecer en su camino evolutivo? En próximos posteos entraremos de lleno en este tema valiéndonos de los aportes de la Antropología Gnóstica que dan validez a esta propuesta de la Umbanda Cósmica e Iniciática.